15 mil personas. Un movistar Arena a tope. Todos esperaban y pifeaban inquietos para que asomara el conejo malo. Hombres, mujeres, niños y niñas… muchos de ellos con orejas de colores, uno que otro póster y miles de celulares subiendo historias a Instagram.
Ya habían pasado cuarenta minutos de espera y todavía no iniciaba el concierto. De pronto se apagaron las luces, aparecieron en las pantallas del escenario dos conejos bailando. Dos entretenidas animaciones que permitieron calmar un poco al público impaciente por unos minutos
Se
prendieron las luces y Benito- nombre real de Bad Bunny- ya estaba en el
escenario. Chaqueta negra con gorro y lentes oscuros. Rostro casi tapado por
completo. Como abrigado para subir la montaña, pero con short y zapatillas.
Fiel a su estilo. Rebelde y rompiendo esquemas.
Su
primera canción fue “Ni bien ni mal”. Su repertorio tenía treinta canciones y en
ella, todos los éxitos que sus fanáticos querían escuchar: “Estamos bien”,
“Tenemos que hablar”, “Te boté remix”, “Quién eres tú”, “Amorfoda”, “Dura
remix”, “Qué pretendes”, “Soltera Remix” y “Callaita” para sellar una noche
redonda.
Un
show con fuegos artificiales, pantallas con visuales llenas de colores y
animaciones temáticas a sus canciones. Desde imágenes que mostraban desde mujeres semi desnudas, a hojas de marihuana moviéndose de un lado a
otro que coloreaban todo el recinto de tono verde. Una atmósfera perfecta y
explosiva para cantar –gritar- hasta quedar
sin voz. Un sonido hipnotizante y envolvente que hacía bailar a todos
incluyendo a los guardias que cuidaban los accesos.
En
el escenario se pudo ver a Bad Bunny muy agradecido del público chileno. Cada
vez que tuvo la oportunidad de hablar, expresó emoción del apoyo que le han
dado desde sus inicios y que el cariño de la gente de Chile era muy importante
para su carrera.
Éxito total el concierto. No es una casualidad que haya agendado en Chile dos presentaciones con sold out. La nueva religión del conejo malo que crece con fuerza en nuestro país.